lunes, 23 de agosto de 2010

Tambores para celebrar la libertad


Una batucada y la tamborada de Hellín abrió y cerró una cabalgata que se caracterizó por el ruido de los tambores · Los fuegos artificiales y el juramento a Cortes en la plaza de la Iglesia pusieron el punto final

Tambores por la libertad. Ruido, mucho ruido para la nación libre y soberana. La tercera cabalgata del Bicentenario inundó de ritmos diversos la calle Real. De nuevo el viento de levante acompañó la jornada, pero esta vez su presencia no se hizo tan incómoda como en la cabalgata anterior. De nuevo este viento trasladó los sones flamencos, los caribeños y los de la Semana Santa de Hellín. Más de un centenar de tambores, mucho más de un centenar, estuvieron presentes en el final de la comitiva, formando tal cantidad de ruido, que el grupo tuvo que distanciarse de la última carroza, en la que se relataban los sucesos gloriosos del Diez.

Pasaban las nueve y media de la noche cuando desde la plaza del Carmen rompía el silencio otro grupo, el que abría el desfile. La gran batucada a cargo del grupo Percufusión fue dando la bienvenida a cuantos isleños se agolparon una vez más a las orillas de la arteria principal de la ciudad. Tras ellos, las carrozas, también con su música, repletas de niños, todas con motivos relacionados con el Diez, en las que incluso se recrea el frontal del insigne Teatro de Las Cortes en una fiel copia.

De nuevo el centro de mayores hizo acto de presencia, colaborando como es habitual en cada uno de los actos organizados a nivel municipal. En esta ocasión fueron ellos los encargados de portar las banderas, una tarea que no se antojó fácil debido al viento reinante. Gigantes y cabezudos, también de época, seguían el cortejo una vez más, arropados por el calor de los asistentes, que volvieron a disfrutar de la simpática puesta en escena del grupo de animación De Ida y Vuelta, quienes, durante todo el trayecto, fueron recibiendo aplausos y vítores, especialmente dedicados al torero, que se encargó de realizar más de una faena a un toro bastante peculiar.

Pasaban las diez y media de la noche cuando el grueso de la cabalgata con todos sus ritmos –y la danza de los alumnos del Conservatorio de Danza de Cádiz– asaltaba la plaza del Rey en la que, esta vez sí, los fuegos artificiales detuvieron el tiempo y a las cientos de personas que en ese momento se agolpaban en ese punto. Instantes de magia que centraron la atención en otro punto, en el cielo. Ruido de nuevo, ruido en la noche que restalló en miles de colores y el aplauso de los asistentes, sobre todo de los más pequeños, embobados ante tan maravillosos espectáculo.

Pero también hubo ruido, y mucho, entre el público asistente, al que se le repartieron un millar de aplaudidores para formar parte de la conmemoración –porque ése es el objetivo de la conmemoración del Diez, contar con la implicación ciudadana–. Los aplaudidores sirvieron para participar en el impresionante fin de fiesta que se tenía previsto en la plaza de la Iglesia. Bajo el título de Sonidos por la Libertad, a los aplausos ciudadanos se sumaron los tambores de la batucada y también los del grupo de Hellín en un mismo compás que durante más de cinco minutos tocaron con estruendo para conmemorar las libertades que se consiguieron en el Diez y que perduran ahora.

Se ponía así el punto y final a una cabalgata distinta que también contó con otro momento mágico a cargo de De Ida y Vuelta en la plaza de la Iglesia. La renovación simbólica del solemne juramento que los diputados de Las Cortes de La Isla realizaron hace ahora 200 años.



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